Hay un artículo de Diego Torres en El País del pasado 14 que nadie debería dejar de leer. Existen dos partes diferenciadas. Las dos igualmente sobrecogedoras.
En la primera vemos a un individuo (Mourinho) totalmente desquiciado, un loco peligroso de, como dijo Santiago Segurola, "mentalidad ponzoñosa", un tarado que si no se dedicase al fútbol, sin duda habría fundado una secta mesiánica. El Mourinho descrito es el típico tipo al que, como escribió un periodista británico, evitaríamos si nos cruzasemos con él por la calle.
En la segunda vemos a un grupo de profesionales, totalmente enloquecidos por la conspiranoia de su líder, dispuestos a hacer todo lo necesario por contentarle.
Es largo pero merece la pena leerlo entero:
"Las noches del 17 y el 27 de abril, fechas del clásico de la Liga y la ida de las semifinales de la Champions, los vestuarios del Bernabéu, con sus pasillos y sus zonas de paso, fueron el escenario de algunos de los momentos más tensos de la historia reciente del fútbol español. Hoy el Barça regresa al lugar en el que comenzó a abrirse la brecha que afecta a la selección española en un clima de zozobra que condicionó particularmente a José Mourinho, el entrenador madridista. Como cuando descubrió, a las 17.00 horas de la tarde del día del partido de Liga que en una cadena de televisión se anunciaba el secreto que había exigido mantener a sus jugadores a toda costa: la alineación de Pepe como medio centro, junto a Alonso y Khedira.
El partido acabó 1-1. El público abandonó las gradas, en general, con una mezcla de resignación y alivio a pesar de que el resultado sellaba el campeonato a favor del Barça. La complacencia de la muchedumbre contrastó con lo que se encontraron los jugadores al entrar al vestuario. Ahí estaba Mourinho convocando una reunión con ademanes nerviosos. "¡Sois unos traidores!", gritaba. "¡Os pedí que no filtraseis la alineación y me habéis traicionado! ¡Se nota que no estáis conmigo!".
Los jugadores nunca le habían visto tan angustiados. Según dicen los testigos, no paraba de insultarlos. Repasó uno por uno a los que tenía a su alrededor. Cuando se encontró con la cara de Granero, que se desvive por halagarlo, le señaló. Según un empleado del club, dijo algo así: "El único amigo que tengo en este vestuario es Granero. ¡Pero ya ni me puedo fiar de él! ¡Me habéis dejado solo! ¡Sois la plantilla más traidora que he tenido en mi vida!".
Presa de una emoción intensísima, Mourinho cogió una lata de Red Bull y la arrojó contra la pared. Al estrellarse, el recipiente se partió y liberó el líquido gaseoso con un efecto de lluvia. Bañados con esta bebida energética con sabor a frutos del bosque, azúcar y cafeína, algunos jugadores se quedaron perplejos. Otros lo observaron con indiferencia. Casillas se fue a las duchas junto con otros españoles. Abatido como parecía, el entrenador se inclinó y clavó una rodilla en el suelo y emitió un llanto desconsolado. Luego, se levantó, se enjuagó los ojos y les aseguró a todos, entre sollozos, que hablaría con el presidente, Florentino Pérez, y con el director general ejecutivo, José Ángel Sánchez, que tenía medios para descubrir al culpable y que, una vez descubierto, emprendería represalias.
En palabras de uno de los asistentes, Mourinho hizo una analogía entre la guerra y el fútbol: "Si yo estoy en Vietnam y veo que se ríen de un compañero, con mis propias manos cojo una pistola y mato al culpable. Ahora sois vosotros los que tenéis que buscar al que ha filtrado la alineación"."
Hasta aquí se describe el patetismo de la locura y la paranoia de Mourinho. Recuerda totalmente al Hitler de "El hundimiento" o, aun peor, a las parodías de éste. La imagen de Mourinho lorando nos trae a la mente al personaje de Llourinho. Y la referencia a Granero resulta de un patetismo que mueve a la simpatía.
En la primera vemos a un individuo (Mourinho) totalmente desquiciado, un loco peligroso de, como dijo Santiago Segurola, "mentalidad ponzoñosa", un tarado que si no se dedicase al fútbol, sin duda habría fundado una secta mesiánica. El Mourinho descrito es el típico tipo al que, como escribió un periodista británico, evitaríamos si nos cruzasemos con él por la calle.
En la segunda vemos a un grupo de profesionales, totalmente enloquecidos por la conspiranoia de su líder, dispuestos a hacer todo lo necesario por contentarle.
Es largo pero merece la pena leerlo entero:
"Las noches del 17 y el 27 de abril, fechas del clásico de la Liga y la ida de las semifinales de la Champions, los vestuarios del Bernabéu, con sus pasillos y sus zonas de paso, fueron el escenario de algunos de los momentos más tensos de la historia reciente del fútbol español. Hoy el Barça regresa al lugar en el que comenzó a abrirse la brecha que afecta a la selección española en un clima de zozobra que condicionó particularmente a José Mourinho, el entrenador madridista. Como cuando descubrió, a las 17.00 horas de la tarde del día del partido de Liga que en una cadena de televisión se anunciaba el secreto que había exigido mantener a sus jugadores a toda costa: la alineación de Pepe como medio centro, junto a Alonso y Khedira.
El partido acabó 1-1. El público abandonó las gradas, en general, con una mezcla de resignación y alivio a pesar de que el resultado sellaba el campeonato a favor del Barça. La complacencia de la muchedumbre contrastó con lo que se encontraron los jugadores al entrar al vestuario. Ahí estaba Mourinho convocando una reunión con ademanes nerviosos. "¡Sois unos traidores!", gritaba. "¡Os pedí que no filtraseis la alineación y me habéis traicionado! ¡Se nota que no estáis conmigo!".
Los jugadores nunca le habían visto tan angustiados. Según dicen los testigos, no paraba de insultarlos. Repasó uno por uno a los que tenía a su alrededor. Cuando se encontró con la cara de Granero, que se desvive por halagarlo, le señaló. Según un empleado del club, dijo algo así: "El único amigo que tengo en este vestuario es Granero. ¡Pero ya ni me puedo fiar de él! ¡Me habéis dejado solo! ¡Sois la plantilla más traidora que he tenido en mi vida!".
Presa de una emoción intensísima, Mourinho cogió una lata de Red Bull y la arrojó contra la pared. Al estrellarse, el recipiente se partió y liberó el líquido gaseoso con un efecto de lluvia. Bañados con esta bebida energética con sabor a frutos del bosque, azúcar y cafeína, algunos jugadores se quedaron perplejos. Otros lo observaron con indiferencia. Casillas se fue a las duchas junto con otros españoles. Abatido como parecía, el entrenador se inclinó y clavó una rodilla en el suelo y emitió un llanto desconsolado. Luego, se levantó, se enjuagó los ojos y les aseguró a todos, entre sollozos, que hablaría con el presidente, Florentino Pérez, y con el director general ejecutivo, José Ángel Sánchez, que tenía medios para descubrir al culpable y que, una vez descubierto, emprendería represalias.
En palabras de uno de los asistentes, Mourinho hizo una analogía entre la guerra y el fútbol: "Si yo estoy en Vietnam y veo que se ríen de un compañero, con mis propias manos cojo una pistola y mato al culpable. Ahora sois vosotros los que tenéis que buscar al que ha filtrado la alineación"."
Hasta aquí se describe el patetismo de la locura y la paranoia de Mourinho. Recuerda totalmente al Hitler de "El hundimiento" o, aun peor, a las parodías de éste. La imagen de Mourinho lorando nos trae a la mente al personaje de Llourinho. Y la referencia a Granero resulta de un patetismo que mueve a la simpatía.
La segunda parte nos describe cómo los jugadores blancos asumieron la teórica de Mourinho y entraron en su mundo y de quiénes realmente destruyeron el buen rollo de la selección española:
"A lo largo de toda la semana siguiente, final de Copa incluida, Mourinho reunió a sus jugadores para advertirles de que los árbitros favorecerían al Barça en la Champions. No fue una charla. Fueron muchas y continuaron un discurso contra la UEFA que se remontaba a la primera ronda del torneo. La expulsión de Pepe con tarjeta roja directa por el árbitro alemán Stark, en la ida de las semifinales, el 27 de abril, proporcionó a Mourinho un instrumento para apoyar su teoría de la conspiración. Al terminar el partido (0-2), la mano derecha del técnico portugués, Rui Faria, esperó a los jugadores del Barça detrás de la valla de separación del túnel de vestuarios: "¡Ahora lo que tenéis que hacer es ir a cambiaros en el mismo vestuario que los árbitros! ¡Lo ganáis todo por los árbitros!". Pinto, Puyol y Piqué le invitaron a pasar al otro lado de la valla. Cuando llegaron, los jugadores del Madrid comenzaron a increpar a los del Barcelona acusándoles de comprar árbitros. Los que se mantuvieron al margen fueron una minoría.
La plantilla azulgrana se reunió en el túnel y comenzó a cantar: "¡Así, así, así se juega al fútbol...!". El estribillo enfureció a los madridistas. Rui Faria los alentó a asaltar el vestuario de los rivales. "¡Vosotros creéis que jugáis al fútbol, pero lo que hacéis es robar con los árbitros!", gritaba.
La entrada al vestuario fue la parte más suave de una serie de episodios violentos que implicaron a todos los internacionales esa noche. Los jugadores del Barça, que a lo largo de la temporada habían escuchado acusaciones veladas de soborno, simulación, e incluso dopaje, comprobaron que sus compañeros de selección madridistas eran más leales a Mourinho de lo que el propio Mourinho pensaba."
"A lo largo de toda la semana siguiente, final de Copa incluida, Mourinho reunió a sus jugadores para advertirles de que los árbitros favorecerían al Barça en la Champions. No fue una charla. Fueron muchas y continuaron un discurso contra la UEFA que se remontaba a la primera ronda del torneo. La expulsión de Pepe con tarjeta roja directa por el árbitro alemán Stark, en la ida de las semifinales, el 27 de abril, proporcionó a Mourinho un instrumento para apoyar su teoría de la conspiración. Al terminar el partido (0-2), la mano derecha del técnico portugués, Rui Faria, esperó a los jugadores del Barça detrás de la valla de separación del túnel de vestuarios: "¡Ahora lo que tenéis que hacer es ir a cambiaros en el mismo vestuario que los árbitros! ¡Lo ganáis todo por los árbitros!". Pinto, Puyol y Piqué le invitaron a pasar al otro lado de la valla. Cuando llegaron, los jugadores del Madrid comenzaron a increpar a los del Barcelona acusándoles de comprar árbitros. Los que se mantuvieron al margen fueron una minoría.
La plantilla azulgrana se reunió en el túnel y comenzó a cantar: "¡Así, así, así se juega al fútbol...!". El estribillo enfureció a los madridistas. Rui Faria los alentó a asaltar el vestuario de los rivales. "¡Vosotros creéis que jugáis al fútbol, pero lo que hacéis es robar con los árbitros!", gritaba.
La entrada al vestuario fue la parte más suave de una serie de episodios violentos que implicaron a todos los internacionales esa noche. Los jugadores del Barça, que a lo largo de la temporada habían escuchado acusaciones veladas de soborno, simulación, e incluso dopaje, comprobaron que sus compañeros de selección madridistas eran más leales a Mourinho de lo que el propio Mourinho pensaba."
Pero a ver, esto es muy fuerte, ¿quién estuvo allí para transcribir las palabras de Mou? Ojo, soy culé y Mou me da repelús, pero este periodista ha escrito cosas muy fuertes!
ResponderEliminarDiego Torres suele publicar "secretos" del vestuario blanco; si fuese en el Marca o el Sport no me creería gran cosas, pero en El País se supone que tendrá una base.
ResponderEliminarPersonalmente tampoco me creo que Llourinho llorase, pero sí que me resulta totalmente crieble que se sintiese traicionado por la filtración, y las escenas protagonizadas por los jugadores blancos y por Rui Faria son totalmente creibles teniendo en cuenta lo que hicieron sobre el terreno de juego (y lo que volvieron a hacer este sábado). En cualquier caso, sólo que sea cierto el 50% de lo que se cuenta ya es de una gravedad que merecería sanciones ejemplares.