(El autor no pretende comparar a Jose Mourinho con ninguno de los personajes que se citan en el artículo, sino con los mecanismos que le han llevado a tener el poder absoluto en una de las instituciones deportivas más importantes de España.)
Jose Mourinho es el Jim Jones del Real Madrid.
Mourinho ha conseguido que el madridismo viva en una burbuja de paranoia, donde desde UNICEF hasta los recogepelotas (pasando obviamente por Villar y la UEFA) forman parte de una conspiración contra él. Y claro, él es el Real Madrid. A pesar de tener una historia de más de cien años, parece que el Madrid haya "nacido" con él. Porque Mourinho no se ha identificado con el club, sinó el club con él; su presidente y una parte mayoritaria de sus aficionados le han entregado su alma al portugués. El Real Madrid está abducido por Mourinho.
El portugués siempre ha tenido una personalidad mesiánica. Allí donde ha estado (Portugal, Inglaterra, Italia y España) ha generado filias y fobias difícilmente equiparables con ningún otro ténico. Su espíritu ganador incontrolable le ha convertido en un personaje totalmente enajenado al que sólo puede calmar la victoria o la sangre del rival.
Su suerte y nuestra desgracia ha sido llegar a uno de los equipos más grandes del mundo en uno de sus momentos más bajos. Una situación ideal para un loco como él.
El Real Madrid fue designado por la FIFA como el mejor equipo del siglo XX, pero desde la llegada de Cruyff al FCB se ha encontrado con un rival que en el computo total de títulos desde ese momento le ha superado. En el siglo XXI el Real Madrid se ha convertido en un equipo segundón a nivel europeo, como demuestra que en el último sorteo de Champions League no se encontrase entre los ocho cabezas de serie. No es sorprendente que se encuentre desquiciado. Y es probable que al FCB le suceda algo parecido cuando llegue el repetidamente anticipado por la prensa blanca "fin de ciclo"; es casi imposible para un equipo imbatible interpretar un papel secundario sin trauma.
Esto ha provocado que en el madridismo se instalen una serie de mitos: como se muestra en los comentarios de esta entrada, el madridismo lleva años contabilizando agravios en un libro de cuentas imaginario, pero que les sirve para justificar todos los excesos actuales cometidos por Mourinho y sus alumnos más aventajados, Marcelo y Pepe, o más inesperados, Xabi Alonso y Casillas (al que ha redimido un poco su acto de valor llamando a Xavi y Puyol)..
Pero lo de Mourinho es más un asunto psiquiátrico que deportivo. Como la mayoría de personajes con personalidad dictatorial vive inmerso en su propia paranoia conspirativa: todos los que dudan de él o le critican forma parte de una gran conspiración de envidiosos: "el que hoy no canta conmigo, ése está contra nosotros".
Es curiso que, como en todos los movimientos sectarios, el mourinhismo ha ido dejando "renegados" por el camino (por ejemplo, madridistas más allá de toda duda, como Javier Marías) paralelamente al fortalecimiento del poder de su líder.
Esta Supercopa ha servido para retratar a Mourinho. Y no me refiero al intento de pisotón a Cesc o al incidente dedo en el ojo, sinó a qué extraño mecanismo motivó esa actuación de Mourinho. Ya en el partido de ida, Mourinho dió muestras claras de su locura. Tras una buena actuación de su equipo, que hizo méritos para conseguir un resultado mejor, Mourinho decidió que eso no era lo más remarcable del partido, que lo realmente importante era la actuación arbitral, según él perjudicial para su equipo (a pesar de que lo único recriminable al árbitro era su permisividad con ciertos jugadores blancos). ¿Realmente creía Mourinho que el arbitraje le había perjudicado? En ese caso tiene una percepción de la realidad totalmente distorsionada. ¿O forma parte de su estrategia mesiánica? Porque para liderar una secta con firmeza es imprescindible mantener siempre y en todo momento la unidad de los fieles, y para ello, no hay nada mejor que no dejar que la amenaza exterior se diluya en la mente de los seguidores. Así pues, aunque el RMA realice un buen partido (bueno para la entidad y los jugadores), Mourinho prefiere hablar de imaginarios errores arbitrales (malo para el club, malo para los jugadores, pero necesario para mantener su poder absoluto).
Lo de la vuelta de Supercopa ya fue definitivo: en toda la prensa deportiva mundial se hablaba de "locura" para referirse al portugués. Su equipo había demostrado nuevamente que podría haber ganado al FCB, que por fútbol podría haber ganado el título, pero el portugués prefirió transformar un grandísmo partido de fútbol en un gran espectáculo de vodevil, sacando a Marcelo no se sabe con qué objetivo (su única aportación fueron dos agresiones) y con sus dos agresiones propias durante la tangana entre jugadores.
Pero, ¿qué consecuencias tuvó en la secta? Pues curiosamente se produjo una fractura curiosa entre prensa y afición. Mientras la mayoría de ideólogos blancos (salvo algún elemento ultra radical) criticaban en diferente medida la actuación del portugués (¡incluso Tomás Roncero!), la afición blanca se mostraba mayoritrariamente a su favor y, lo que es más triste, recibía el apoyo del presidente.
Jose Mourinho es el Jim Jones del Real Madrid.
Mourinho ha conseguido que el madridismo viva en una burbuja de paranoia, donde desde UNICEF hasta los recogepelotas (pasando obviamente por Villar y la UEFA) forman parte de una conspiración contra él. Y claro, él es el Real Madrid. A pesar de tener una historia de más de cien años, parece que el Madrid haya "nacido" con él. Porque Mourinho no se ha identificado con el club, sinó el club con él; su presidente y una parte mayoritaria de sus aficionados le han entregado su alma al portugués. El Real Madrid está abducido por Mourinho.
El portugués siempre ha tenido una personalidad mesiánica. Allí donde ha estado (Portugal, Inglaterra, Italia y España) ha generado filias y fobias difícilmente equiparables con ningún otro ténico. Su espíritu ganador incontrolable le ha convertido en un personaje totalmente enajenado al que sólo puede calmar la victoria o la sangre del rival.
Su suerte y nuestra desgracia ha sido llegar a uno de los equipos más grandes del mundo en uno de sus momentos más bajos. Una situación ideal para un loco como él.
El Real Madrid fue designado por la FIFA como el mejor equipo del siglo XX, pero desde la llegada de Cruyff al FCB se ha encontrado con un rival que en el computo total de títulos desde ese momento le ha superado. En el siglo XXI el Real Madrid se ha convertido en un equipo segundón a nivel europeo, como demuestra que en el último sorteo de Champions League no se encontrase entre los ocho cabezas de serie. No es sorprendente que se encuentre desquiciado. Y es probable que al FCB le suceda algo parecido cuando llegue el repetidamente anticipado por la prensa blanca "fin de ciclo"; es casi imposible para un equipo imbatible interpretar un papel secundario sin trauma.
Esto ha provocado que en el madridismo se instalen una serie de mitos: como se muestra en los comentarios de esta entrada, el madridismo lleva años contabilizando agravios en un libro de cuentas imaginario, pero que les sirve para justificar todos los excesos actuales cometidos por Mourinho y sus alumnos más aventajados, Marcelo y Pepe, o más inesperados, Xabi Alonso y Casillas (al que ha redimido un poco su acto de valor llamando a Xavi y Puyol)..
Pero lo de Mourinho es más un asunto psiquiátrico que deportivo. Como la mayoría de personajes con personalidad dictatorial vive inmerso en su propia paranoia conspirativa: todos los que dudan de él o le critican forma parte de una gran conspiración de envidiosos: "el que hoy no canta conmigo, ése está contra nosotros".
Es curiso que, como en todos los movimientos sectarios, el mourinhismo ha ido dejando "renegados" por el camino (por ejemplo, madridistas más allá de toda duda, como Javier Marías) paralelamente al fortalecimiento del poder de su líder.
Esta Supercopa ha servido para retratar a Mourinho. Y no me refiero al intento de pisotón a Cesc o al incidente dedo en el ojo, sinó a qué extraño mecanismo motivó esa actuación de Mourinho. Ya en el partido de ida, Mourinho dió muestras claras de su locura. Tras una buena actuación de su equipo, que hizo méritos para conseguir un resultado mejor, Mourinho decidió que eso no era lo más remarcable del partido, que lo realmente importante era la actuación arbitral, según él perjudicial para su equipo (a pesar de que lo único recriminable al árbitro era su permisividad con ciertos jugadores blancos). ¿Realmente creía Mourinho que el arbitraje le había perjudicado? En ese caso tiene una percepción de la realidad totalmente distorsionada. ¿O forma parte de su estrategia mesiánica? Porque para liderar una secta con firmeza es imprescindible mantener siempre y en todo momento la unidad de los fieles, y para ello, no hay nada mejor que no dejar que la amenaza exterior se diluya en la mente de los seguidores. Así pues, aunque el RMA realice un buen partido (bueno para la entidad y los jugadores), Mourinho prefiere hablar de imaginarios errores arbitrales (malo para el club, malo para los jugadores, pero necesario para mantener su poder absoluto).
Lo de la vuelta de Supercopa ya fue definitivo: en toda la prensa deportiva mundial se hablaba de "locura" para referirse al portugués. Su equipo había demostrado nuevamente que podría haber ganado al FCB, que por fútbol podría haber ganado el título, pero el portugués prefirió transformar un grandísmo partido de fútbol en un gran espectáculo de vodevil, sacando a Marcelo no se sabe con qué objetivo (su única aportación fueron dos agresiones) y con sus dos agresiones propias durante la tangana entre jugadores.
Pero, ¿qué consecuencias tuvó en la secta? Pues curiosamente se produjo una fractura curiosa entre prensa y afición. Mientras la mayoría de ideólogos blancos (salvo algún elemento ultra radical) criticaban en diferente medida la actuación del portugués (¡incluso Tomás Roncero!), la afición blanca se mostraba mayoritrariamente a su favor y, lo que es más triste, recibía el apoyo del presidente.
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