"Al mejor Madrid de la etapa de Mourinho también le dio un revolcón el Barça con más dudas en la era Guardiola. Con ese cartel llegaron uno y otro al clásico, que de un plumazo borró las etiquetas. Cara a cara, de nuevo los azulgrana fueron superiores. Esta vez fue una victoria más meritoria si cabe que las anteriores. El Barça, alejado en la clasificación, se vio con un gol en contra a los 21 segundos, con lo que ello supone en Chamartín. Le costó despegar, pero, en las malas, encontró el mejor socorro posible: Messi. Al argentino se le fue agregando el coro, con Iniesta a la cabeza, que dejó un segundo tiempo para el Museo del Prado. El Bernabéu, como ya hiciera en su día con Ronaldinho, le despidió con honores. Con el baile de Iniesta, el Barça brindó por el fútbol con un segundo tramo soberbio, sin conceder verbo alguno a su rival, que arrancó con fuego y acabó rendido.
(...)
Al hilo de La Pulga, para el que Mourinho reclamó una expulsión que no procedía en absoluto, el Barça se desempolvó y, poco a poco, se fue pareciendo a sí mismo. Como su ideario es indiscutible, el conjunto catalán mantuvo la fe, empeñado en encontrar su distinguido molde. No quiso ser otro Barça, sino el Barça de siempre. Y lo logró. De vuelta del descanso, irrumpió en su papel estelar. El mejor Xavi, el que hace que el fútbol gire a su alrededor como un reloj; el mejor Iniesta, que dio el do de pecho con un segundo tramo celestial; el mejor Cesc, ese jugador versátil al que pocos adivinan por dónde llegará -no hay futbolista con tantos puestos-; el mejor Alves, ya rema que rema con una defensa de tres. Todos se sumaron a la causa de Messi, el mejor con el peor Barça y con la misma excelencia en la crecida azulgrana. Con todos en combustión, el grupo de Guardiola gobernó con autoridad todo el segundo tiempo, hizo un rondo ante un Madrid que perdió depósito. Es sofocante, inhumano incluso, perseguir y perseguir barcelonistas durante hora y media cuando estos imantan la pelota y esta les obedece. Apareció el Barça del toque a toque, con la pausa necesaria y el pistón a punto. Irresistible para el Madrid, que donde el Barça encontró a Messi nunca tuvo el lazo de CR, que, con el paréntesis de la final de Copa, otra vez estuvo fuera de foco en un clásico.
Con los de Guardiola tocando los violines, el Madrid perdió físico y fue un conjunto tironeado. Lo contrario que el Barça, que anudó el balón hasta que Xavi logró un gol tan rebotado como el inicial de Benzema. (...) Un repertorio infinito: con su capacidad para ventilar rivales, el Barça fue profundo; con su angular para tejer el juego, el Barça encontró su discurso. Iniesta tiene de todo. En medio del recital del manchego, para descalabro de Coentrão, el Madrid se sostuvo como pudo hasta el último suspiro, sometido por completo, solo alterado por el enésimo papel de Pepe como forajido. Por suerte para el fútbol, nadie se condujo por su vía camorrista. Esta vez el clásico se cerró con un gesto de cordura y sensatez: Mou saludando por iniciativa propia a Tito Vilanova. Un gesto de nobleza del portugués, que corrigió en público su pública afrenta en la Supercopa. Un broche señorial para un partido que dejó al líder a los pies de Iniesta y al Barça de vuelta a sus orígenes. En Madrid, con todo en contra, se buscó a sí mismo hasta que se encontró. Su rival le anuló parcialmente, pero este Barça tiene cuerda, mucha cuerda." [El País]
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Al hilo de La Pulga, para el que Mourinho reclamó una expulsión que no procedía en absoluto, el Barça se desempolvó y, poco a poco, se fue pareciendo a sí mismo. Como su ideario es indiscutible, el conjunto catalán mantuvo la fe, empeñado en encontrar su distinguido molde. No quiso ser otro Barça, sino el Barça de siempre. Y lo logró. De vuelta del descanso, irrumpió en su papel estelar. El mejor Xavi, el que hace que el fútbol gire a su alrededor como un reloj; el mejor Iniesta, que dio el do de pecho con un segundo tramo celestial; el mejor Cesc, ese jugador versátil al que pocos adivinan por dónde llegará -no hay futbolista con tantos puestos-; el mejor Alves, ya rema que rema con una defensa de tres. Todos se sumaron a la causa de Messi, el mejor con el peor Barça y con la misma excelencia en la crecida azulgrana. Con todos en combustión, el grupo de Guardiola gobernó con autoridad todo el segundo tiempo, hizo un rondo ante un Madrid que perdió depósito. Es sofocante, inhumano incluso, perseguir y perseguir barcelonistas durante hora y media cuando estos imantan la pelota y esta les obedece. Apareció el Barça del toque a toque, con la pausa necesaria y el pistón a punto. Irresistible para el Madrid, que donde el Barça encontró a Messi nunca tuvo el lazo de CR, que, con el paréntesis de la final de Copa, otra vez estuvo fuera de foco en un clásico.
Con los de Guardiola tocando los violines, el Madrid perdió físico y fue un conjunto tironeado. Lo contrario que el Barça, que anudó el balón hasta que Xavi logró un gol tan rebotado como el inicial de Benzema. (...) Un repertorio infinito: con su capacidad para ventilar rivales, el Barça fue profundo; con su angular para tejer el juego, el Barça encontró su discurso. Iniesta tiene de todo. En medio del recital del manchego, para descalabro de Coentrão, el Madrid se sostuvo como pudo hasta el último suspiro, sometido por completo, solo alterado por el enésimo papel de Pepe como forajido. Por suerte para el fútbol, nadie se condujo por su vía camorrista. Esta vez el clásico se cerró con un gesto de cordura y sensatez: Mou saludando por iniciativa propia a Tito Vilanova. Un gesto de nobleza del portugués, que corrigió en público su pública afrenta en la Supercopa. Un broche señorial para un partido que dejó al líder a los pies de Iniesta y al Barça de vuelta a sus orígenes. En Madrid, con todo en contra, se buscó a sí mismo hasta que se encontró. Su rival le anuló parcialmente, pero este Barça tiene cuerda, mucha cuerda." [El País]
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