El amargor de Mourinho

Cuando se hablaba de Mourinho (antes de su llegada a España), uno solía pensar en un técnico ganador. Pero después de casi una temporada en España, uno ve a Mourinho como un personaje triste, amargado y resentido, permanentemente tactiturno e insatisfecho.

Incluso el día que su equipo golea (aunque sea con esa superioridad numérica con la que siempre juegan otros y nunca el Real Madrid) no puede evitar lamentarse, presentarse como la víctima de una conspiración cósmica que sólo se creen los ronceros de este mundo.

Mucho se ha hablado de la continuidad de Mourinho. Sinceramente, viéndole en el terreno de juego y en las ruedas de prensa, uno le recomendaría no seguir. Cuesta recordar un personaje más agríado que él. Claro que también puede que sea su carácter; en ese caso no me imagino la convivencia con tal nivel de misería permanente.

Respecto al tema de provocar tarjeta, todos sabemos que la sanción por el tema de las tarjetas fue más por la torpeza con la que (el genio) Mourinho gestionó la logística sobre el terreno de juego, y por el teatro (del bueno) que protagonizó posteriormente lamentándse de las tarjetas provocadas.

De hecho, indirectamente, ahora admite que aquellas tarjetas fueron provocadas, y que toda su impostada afectación era hipocresía en estado puro.